Miguel Rius con Álvaro Delgado Ramos

Confieso mi particular debilidad por Mi­guel Rius.

Y al tenerla por él se da por supues­to que la tengo por su pintura. Creo que son una misma cosa. Y señalo que esa simpatía, que nuestro amigo ha pagado dando señales de extrema paciencia en alguna de sus visitas a mi estudio teniendo que ser oyente de con­versaciones interminables y encuentros ines­perados, la provocaron en principio su mo­destia y entusiasmo que me revelaron la clave de su personalidad: estar atento y saber escu­char, lo que traducido al campo del quehacer pictórico sería estar atento y saber ver.

Hago breve historia de nuestro encuentro. No tenía, me refiero a mí, ninguna noticia de su existencia. Ni es pariente, ni compañero del colegio, ni tertuliano de ninguna de las muchas tertulias a las que he asistido a lo largo de mi vida. Sucedió una llamada telefó­nica, la pregunta de si podía visitarme y el encuentro. Esto se ha repetido varias veces y en alguna ocurrió aquello a lo que me he referido más arriba y que puso a prueba su paciencia. En el primero o segundo encuen­tro, no lo recuerdo con exactitud, me mostró «fotos» de alguno de sus cuadros e incluso alguna pequeña tela.

Conversamos largo y tendido, es conversador cómodo pues sabe administrarse, y también enterado del tema que trata. Hablamos de muchas cosas pero principalmente de su trabajo y de ·sus ilusio­nes. Y desde entonces, en todas sus visitas, en las que siempre ha dado pruebas de su modestia y de su oportunidad no ha dejado de mostrarme algún cuadro o alguna fotografía de aquello que hace, despertando mi cu­riosidad de una manera creciente por ello y mi simpatía hacia su condición de trabajador que dedica el tiempo que puede a lo que es cifra máxima de su anhelo: PINTAR. Tam­bién supe que anteriormente lo fue el hacer fotografías. Añado que las hace excelentes y a veces subreales.

Desde el principio lo que más me gustó de sus telas fue el que estuviesen pintadas, subra­yo lo de pintadas, con una destreza inusual en alguien que está haciendo su aprendizaje. Esto en alguna medida queda explicado cuan­do se sabe que Rius comenzó su formación en el estudio de Valenzuela Chacón y sabe­mos que este pintor somete a buenas discipli­nas a quienes trabajan con él. Otra de sus cualidades es la sensualidad de su color, apli­cado con una materia suntuosa comprometi­da con empastes, con frotados, con una pince­lada de caligrafía rafagueada, a veces larga, otras en las que funde los límites de las distin­tas zonas de color contribuyendo a la unidad del tema. Es poco evidente el dibujo, aunque sí la composición del cuadro. Y señalable el contrapunto entre el realismo del suceso y el lenguaje que roza lo informal.

Ahora esperamos que esta exposición en que tanto empeño ha puesto Miguel Rius, tenga el éxito que merece y que ello confirme su vocación y la esperanza que tenemos pues­ta en él.

Álvaro Delgado Ramos

Si te gusta mi obra, comparte con tus amigos